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La Abeja es Vida defiende el papel fundamental de la apicultura transhumante en la provincia de Zamora y en toda Castilla y León. El traslado de colmenas a sus comarcas desde otros lugares de España en primavera y verano es el que permite que las abejas puedan realizar su vital labor en favor del ecosistema y la agricultura. Esta actividad de los apicultores transhumantes tiene un impacto vital en el medio ambiente, pero también en la economía de la zona. Por eso desde La Abeja es Vida rechazamos de plano las acusaciones vertidas por la asociación zamorana Apicultores Libres de Sanabria-Carcalleda en contra de la apicultura transhumante y deseamos clarificar a la opinión pública la realidad de esta actividad.

Lo primero que hay que explicar es que las colmenas que permanecen siempre en Zamora no cubren las necesidades de polinización del ecosistema y tampoco podrían dar el servicio que demanda la agricultura. Por tanto, se necesitan más colmenas y más abejas. La mayoría de los apicultores de la zona no son profesionales y ejercen esta actividad con pocas colmenas y a tiempo parcial. Los transhumantes, en cambio, sí son profesionales que pagan impuestos por ejercer la apicultura, como cualquier empresario ganadero. Y están sometidos a un estricto control sanitario: disponen de los permisos pertinentes y las guías veterinarias.

Además, los apicultores transhumantes trabajan durante meses en Zamora y otras zonas de Castilla y León. Se trasladan a vivir durante una parte del año a zonas rurales, donde alquilan viviendas y terrenos. Son trabajadores que ayudan a fijar población en pequeñas localidades de lo que se ha dado en llamar “la España vaciada”, que gastan y consumen durante largos periodos de tiempo en la zona. Por tanto, su presencia es un impulso económico y social para las comarcas donde se asientan año tras año.

Insinuar que el aumento de actividad apícola es perjudicial para el medio ambiente es una falsedad sin ningún sustento. Las colmenas llegadas a Castilla y León lo hacen de la mano de profesionales, con los controles y permisos pertinentes. Y siempre sometidas a los tratamientos obligatorios contra la varroa. La apicultura transhumante no trae consigo más avispas o abejarucos, sino que la mayor cantidad de colmenas evita su concentración y ayuda a que su población se disperse. Es más: los apicultores transhumantes han ayudado a fijar la cabaña apícola zamorana, puesto que la población de abejas en las colmenas estantes disminuyó drásticamente hace unos años, precisamente por la varroa. La colaboración de los profesionales con los apicultores locales fue fundamental para superar esa merma. Y deseamos que siga siendo leal y productiva porque no somos competencia en ningún sentido.

Esa colaboración entre todos los apicultores es lo que defendemos desde La Abeja es Vida, una asociación de profesionales de toda España. La apicultura necesita el apoyo de todos: administración, agricultores y vecinos. Es una actividad esencial para el equilibrio natural y los apicultores profesionales pedimos a todos sensibilidad para garantizarla. Defendemos nuestro trabajo y, con él, la supervivencia de las abejas y el futuro de todos.

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